Oficina Salitrera Pedro de Valdivia. Antofagasta - CHILE
A partir del último cuarto del siglo XIX, y hasta la Gran Depresión, el salitre (nitrato de sodio) fue el puntal de la economía de Chile. Este compuesto mineral, de utilidad como fertilizante y como explosivo, es abundante en el extremo norte del país, que hasta la Guerra del Pacífico (1879-1883) estaba bajo la soberanía de Bolivia y Perú. Una vez que esta zona pasó a integrar el territorio chileno, tuvo lugar un gran auge de esta industria extractiva, vitalizada por capitalistas europeos, en particular ingleses.
A partir de la década de 1920, tanto las élites nacionales como los empresarios salitreros observaron con preocupación la disminución de los rendimientos del mineral, la caída de sus precios en el mercado externo y el avance de la competencia, el salitre sintético. Los Guggenheim Brothers, grupo inversionista norteamericano con experiencia en la minería del cobre chilena, decidió apostar por la recuperación de la industria en base a un método nuevo de procesamiento. El gobierno chileno puso grandes esperanzas en el proyecto y lo apoyó con decisión. Este hito constituye el colofón del proceso gradual de desplazamiento de los europeos en el control de la industria, que pasará a manos de los intereses norteamericanos.
El llamado "método Guggenheim", creado por el ingeniero Elías Anton Cappelen Smith, deriva sus ventajas del hecho de basarse en una lixiviación fría o tibia del salitre, a 30º Celsius (en el sistema Schanks anteriormente utilizado los caldos debían hervir a 105º Celsius). Ello permitía un ahorro sustancial en combustible. El sistema era más mecanizado, lo que permitía operar con menor cantidad de mano de obra. Por otra parte, este método permitía procesar con buenos rendimientos minerales de ley relativamente baja, que anteriormente la tecnología obligaba a descartar.
En 1925 los hermanos Guggenheim comenzaron la construcción de la primera planta que funcionaría con la nueva tecnología, la Oficina Salitrera "María Elena", llamada así en honor de la esposa de Cappelen. Toda la experiencia obtenida en este primer establecimiento se volcó en el segundo y último de ellos, la Oficina "Pedro de Valdivia", construida en 1931.
La Oficina "Pedro de Valdivia" es, como todos los centros calicheros, una verdadera ciudad, dotada de todos los establecimientos y servicios necesarios para la vida cotidiana de trabajadores y administradores, obligados a vivir en un lugar aislado y desértico. Fue levantada en 16 meses, trabajando en la obra casi 7000 personas, que permanecieron durante ese período en un campamento provisorio del cual aún se conservan algunos recintos.
La Oficina se conserva hasta hoy sin mayores variaciones con respecto a lo que era en la década del 30. Su diseño divide tres zonas claramente distinguibles: las instalaciones industriales propiamente tales, el barrio americano -para las viviendas de los administradores y supervisores-, y el barrio obrero. Particular interés reviste este último, que cuenta con establecimientos comerciales y recreativos y con conjuntos lineales de casas-habitaciones. En las cercanías de la plaza, que cuenta con un bello kiosko de retreta, se ubican las edificaciones más importantes: el establecimiento comercial -"pulpería"-, un teatro con capacidad para 800 personas, la Escuela, y el Club Social -con salón de baile y piscina para los obreros-. Más alejada estaba la Iglesia, construida en 1941, y el Hospital. En el sector destinado a las instalaciones mineras destacan los edificios de la bodega y maestranza, la torre de granulación, los enormes estanques de lixiviación y las tres chimeneas, además de la enorme torta de desechos mineros de casi cincuenta metros de altura.
La Oficina "Pedro de Valdivia", el más moderno centro productor de salitre, no pudo dar a sus primeros dueños los dividendos que ellos esperaban Inaugurada en medio de la Gran Depresión, debió enfrentar a poco andar el cierre de los mercados externos, y estuvo paralizada entre 1932 y 1934. La industria salitrera nunca se recuperó, y Guggenheim Brothers enfrentó grandes pérdidas en virtud de sus audaces proyectos. "Pedro de Valdivia" pasó más tarde a ser propiedad del Estado chileno y se mantuvo en operaciones hasta hace poco tiempo. La conservación y puesta en valor de sus dependencias es un objetivo de gran trascendencia, por cuanto constituye un homenaje a los miles de hombres y mujeres que con gran esfuerzo labraron la prosperidad nacional en la pampa salitrera.